miércoles, 18 de febrero de 2009

Estrategia sin táctica es el camino lento hacia la victoria, pero táctica sin estrategia es el ruido previo a la derrota . . . Sun Tzu

ESPAÑA & SUS TRIBULACIONES


Comprendiendo Nuestra Realidad en el Siglo XXI – DAFO del Español Medio Moderno


Mi incesante curiosidad me ha hecho observar el comportamiento humano en distintos entornos a lo largo de mi vida, lo que me hizo llegar a una conclusión sobre el grado de madurez de un colectivo civilizado.
No me han impresionado los valores económicos ni los avances tecnológicos ni la conservación de los monumentos de un país desarrollado; en cambio sí le he dado importancia a los hábitos de la ciudadanía en relación con su educación vial. Cuanto más civilizado y educado un colectivo, mejor su circulación vial y peatonal.




Basado en este criterio mencionado, ¿dónde situaría el lector a España en un ranking mundial de países civilizados?


Es prioritario comprender nuestra realidad como colectivo, para saber nuestra capacidad para resolver cualquier reto, incluida las crisis, de la índole que sea. Sobre la base de lo genético, el español de 2009 tiene a su haber unas vivencias de los últimos 75 años que le hacen apto para afrontar sobresaltos mejor que muchos otros colectivos europeos. Cierto es que en su contra pesan algunos hábitos arraigados poco convenientes en estos nuevos tiempos con vientos revueltos.

En los años del Nuevo Milenio, la población española ha incrementado en número de personas mayores de 70 años y ha disminuido en el número de personas entre 15 y 24 años, sumando ya los 46 M de españoles. Ello es significativo a la hora de trazar un perfil medio del colectivo. Aunque también ha aumentado el número de menores de 14 años, el autor considera que dichos ciudadanos aún no tienen potestad para influir notablemente en el comportamiento del colectivo en 2009. Por lo tanto, el 40% de la población es mayor de 45 años mientras que otro 40% agrupa a los que tienen entre 20 y 44, con mayor énfasis en el tramo entre 30 y 44 (25%). Ello significa que la forma de vida de los jóvenes españoles en edad activa (a partir de los 16 años) no representa más de un 20% de la sociedad.

¿Qué efecto tiene tal distribución de la población en la realidad española a la hora de su conducta como elemento activo de la sociedad?

A mi entender, esta distribución es la que condiciona nuestra capacidad de reacción ante el reto de la competitividad basada en la innovación. La sociedad activa española en un 80% opta por lo tradicional y convencional, rechazando grandes cambios y acomodándose en lo conocido.

Por lo tanto, 4 de cada 5 españoles en edad activa prefieren un trabajo en su entorno habitual que no implique el tener que aprender algo nuevo, y que además, no requiera unas metas poco habituales a lo que están acostumbrados. De ello debemos concluir que rechazarían un trabajo si requiere movilidad, formación en innovación o ruptura con su conocida rutina.

En un momento como el actual, donde se destaca el hecho del creciente paro en nuestro país, no debemos menospreciar mi anterior comentario, por el enorme efecto que ha tenido y tendrá sobre la resolución de la problemática de recolocación de los parados.

Sin embargo, antes de entrar en problemas y soluciones, el autor quiere plasmar su valoración como experto en RR. HH. y estrategia empresarial que establece el DAFO del español medio hoy disponible en el mercado laboral como parte de la población activa de este país.

Debilidades: Detecto cierto grado de decepción que ha reforzado la característica de la incredulidad con sorna del español medio. El mayor de 45 ve sus expectativas ya inalcanzables y el menor de 35 se siente frustrado al ver que se ha preparado para un reto profesional que parece nunca llegar. Al final, el colectivo parece haber perdido la ilusión de afrontar riesgos y la confianza en que lleguen oportunidades.

Amenazas: Hay una sensación general de desconfianza tanto hacia los estamentos superiores como hacia los subordinados que parece contagioso entre los de un mismo entorno. Nadie comparte sin primero saber si se le va a tener en cuenta con plenas garantías. La información se reserva para uno mismo y cuando se comparte, está limitada a banalidades o datos de escaso valor decisorio. No hay sentimiento de unidad en equipo, menos aún transparencia en la comunicación. El rendimiento se mide por individuo y poco se piensa en el avance del colectivo.

Fortalezas: La agilidad creativa y de respuesta es la mayor cualidad del español medio, pasando a ofrecer alternativas y a improvisar soluciones. Estas habilidades parecen denotarse individualmente con escaso esfuerzo de aunar posturas para potenciar la fuerza vectorial de la fortaleza sumada. Aún cuando los españoles medios vayan en un mismo sentido, observo como prefieren emplear cada uno su potencial que sumarse a los demás. Aún así estas cualidades españoles en un frente común compuestos por individuos, sigue siendo una fortaleza, al hacerse un muro de contención ante cualquier amenaza y a veces hasta una lenta apisonadora ante un adversario común.


Oportunidades: Salvando cualquier diferencia o inconveniente, el español medio tiene olfato ante la oportunidad, cuando ésta se presenta. Posee un horizonte temporal bastante realista, sabiendo sacar mayor partido de situaciones con menos tiempo y recursos que adversarios de otras idiosincrasias o culturas. Otra cosa es que sepan organizarse para llevar la acción a buen término.

Por lo dicho, cada lector debe ver su proximidad a ese perfil medio del español de a pie que se enfrenta a la actual crisis en España, en Europa y en el resto del mundo.

Los Hábitos Comunes – Riesgos & Aciertos de la Actuación del Español Medio en Tiempos de Crisis

En rara ocasión nos paramos a considerar nuestras probabilidades de acierto según nuestro propio perfil con sus pros y contras. Actuamos o reaccionamos más frecuentemente desde el subconsciente y lo emocional por mucho que insistamos en que somos lógico y muy racionales. Es por ese motivo que muchas veces no comprendemos nuestros errores al analizarlos desde la perspectiva de lo razonable y no de nuestra verdadera percepción interna, más psicosocial que racional.


En tiempos de crisis, los hábitos se ejercen con menos agilidad, temerosos de equivocarnos. Lo malo es que a veces el titubeo es peor que la posibilidad de equivocarse, sobre todo cuando nuestra natural tendencia es improvisar a última hora cuando ya se nos agota el plazo.


¿Cómo son nuestros hábitos en el día a día socio-laboral de nuestro entorno habitual?


El español medio ha alcanzado un nivel de regularidad en la cual se ha sentido cómodo y haciéndole reacio a cambios bruscos que rompan la complacencia establecida. Ante la alteración del acomodamiento, el español de a pie se siente molesto con todo aquél considere responsable de la ruptura en su estado de complacencia. Quizá sea esa ruptura con unas condiciones de vida ya aceptadas lo que le provoque el enfado y obligue a buscar algún culpable por tal cambio no buscado.


Después del estallido de sendas burbujas en torno al ámbito puramente monetario y de la economía, el español medio ha visto como su mundo consumista globalizado también estallaba en mil pedazos. El dinero de plástico comenzaba a agotarse, los plazos variables resultaban más caros y ya no se podía nadar en caprichos que no eran para el de su clase sino de un potentado. ¿Es qué vivía dentro de su realidad o una gigantesca burbuja fantástica que habían fabricado interesadamente otros?



Al volver a poner los pies en el suelo, casi no había tierra firme donde apoyarse. No sólo estallaba la burbuja de las fantasías sino que encima veía peligrar su estabilidad laboral. Curiosamente, mientras que antes la improvisación le permitía salir momentáneamente del apuro, ahora se encontraba con las puertas cerradas para agrupar los cada vez mayores deudas que tan alegremente le habían concedido en el pasado.



Todos hablan de crisis pero nadie se para un segundo a reflexionar su propia responsabilidad en haber contribuido al estado actual del escenario. Los de a pie también hemos aportado numerosos granitos de arena para el actual estado caótico de la economía mundial y lamentablemente, muy especialmente al desastre de nuestra economía doméstica particular.


En un país como el nuestro de tantos refranes, parece mentira que en la euforia de los años de abundancia, no sepamos guardar trigo para los años de penurias. Y allí la clave de nuestro error de enfoque por el excesivo optimismo en tiempos de bonanza, para acabar cayendo en el pesimismo con resentida desconfianza de todo aquél que pudiera habernos llevado a tal desesperante extremo del agobio.



El Optimismo-Pesimismo en la Desconfianza – Los Lenguajes Erróneos de los Políticos Españoles & de los Medios de Comunicación









En algo menos de un año desde que se celebraran las últimas elecciones, se ha dicho y desmentido tantas afirmaciones que la ciudadanía, hoy, a veces prefiere hacer oídos sordos a todo lo que acontece a su alrededor. Lo único que atiende es aquello que personalmente sabe que le afecta – la posibilidad de encontrarse sin trabajo.

Lo que sucede es que la preocupación se aumenta al ver que mientras sigue trabajando, muchas veces a disgusto, a su alrededor hay miles de personas que ya han dejado de hacerlo. La rápida reacción es de buscar un culpable de toda esa situación que tiene a la ciudadanía en vilo.


Como experto en comunicación y relaciones interpersonales multinivel e intercultural, he detectado un exagerado énfasis político en las declaraciones de nuestros gobernantes que secundan interesadamente los medios de comunicación. Incluso cuando se hablan en términos económicos, los calificativos elegidos parecen haberse escogido para vender mejor su producto. El resultado es bien directo – no inspiran confianza.



Lamentablemente, esta desconfianza transmitida no es exclusiva de los gobernantes, políticos en ejercicio, periodistas y medios de comunicación. Me atrevería a decir que, hoy por hoy, el nivel de desconfianza se extiende a otros estamentos de la sociedad – el empresariado en general, y la banca en particular.

Deseo centrarme en la razón por el cual el 80 % de la ciudadanía desconfía de lo que le dicen, lee en la prensa, escucha en la radio o visualiza en televisión. A mi entender, la ciudadanía se ha percatado que todo aquél que disponga de cierto poder dentro de la estructura social en cual vivimos no es de fiar, al no respectar la regla no escrita de imparcialidad con dedicación al colectivo para todo político, voluntad de fortalecer la riqueza común para todo aquél que emprenda negocios y transparencia de la información para todo aquél que comunique a la ciudadanía.

Esa desconfianza no viene de las circunstancias extraordinarias de una crisis económica sino que ya viene de atrás, acumulándose gota a gota en un vaso que ha acabado por desbordarse. Lo único que ha sucedido en este último trienio es que el alcance mundial de los escándalos financieros ha acabado con la poca credibilidad que aún quedaba en un sistema que denota agotamiento, por no decir caducidad.


Son los tiempos que nos toca vivir aunque no por ello obligados a aceptar todo resignadamente.


Y aquí debo hacer referencia a nuestro grado de responsabilidad, por muy pequeño que sea, en haber desembocado en este mare magnum económico. Al fin de cuentas, somos parte de esta sociedad y del propio sistema. Hemos participado en numerosos actos que han dado legitimidad al estado que nos rige y permitido que nos dirijan hacia el punto en cual nos encontramos.


¿Por qué hemos optado por asumir como ciertos los datos que se nos informan como buenos? ¿Cómo participamos en el quehacer político diario de un estado que ha promulgado leyes supuestamente destinados a mejorar nuestra calidad de vida? ¿Será que nuestra desconfianza de hoy es porque nos vemos defraudados en las expectativas prometidas por todos los gobernantes habidos?


Del optimismo del jefe de gobierno al pesimismo del jefe de la oposición dista un abismo donde nadamos toda la ciudadanía. Ni un extremo ni otro son creíbles ni asimilables. En primer lugar, como experto aseguraría sin temor a equivocarme que ni el Sr. Rodríguez Zapatero ni el Sr. Rajoy se creen en su integridad sus propias palabras a lo largo de estos últimos meses. De allí la principal causa de su fracaso para convencer a los recipientes de sus respectivos discursos. Además, el parlamentar en términos de economía de estado o lo conocido como macro-economía, difícilmente se asimilan en las vivencias cotidianas del ciudadano que vive su propia urgencia económica en lo doméstico. Para agravarlo todo, la tergiversación de los discursos por los medios de comunicación para defender las tesis interesadas de sectores concretos de la sociedad acaban con la paciencia del ciudadano de a pie.



Se nos comunica mal, y encima, se nos intenta manipular desde las alturas de los distintos poderes. ¿Cómo confiar, entonces, en lo que dicen que son los hechos de esta crisis?



El Cuestionamiento del Estado Español – Tres Décadas de Constitución

La respuesta de la ciudadanía es emocional – la desconfianza no sólo a los dirigentes, comunicantes y demás poderosos. Ello desemboca en una reacción en cadena que conduce al cuestionamiento del sistema instaurado como democrático. El repaso en la memoria pudiera ir más atrás aunque el recuerdo es selectivo y elige como diana de su enfado aquello que mejor recuerda y más próximo tiene, las vivencias de algo más de tres décadas que han vivido tanto ancianos y no tan mayores.


Las expectativas de hoy miran al espejo de los años de democracia con su Constitución y sus órganos de gobierno de nuevo corte al acostumbrado en los años ya casi olvidados de una dictadura. Mientras no se cuestiona la legitimidad de las actuales instituciones, se acrecienta la incredulidad de su eficacia en el ejercicio hacia las metas establecidas. ¿Será únicamente por los tiempos de crisis económica o por el contrario por la fatiga que pudieran sufrir los propios pilares que soportan el sistema democrático español, su constitución?



La Verdadera Crisis Española – Más Allá de lo Meramente Político-Económico

Nos emperramos a centrar nuestra atención en lo económico hasta el punto que no somos capaces de ver todo el panorama español que nos ataña en nuestro vivir cotidiano. Al final, como miope que ha perdido sus lentes, debemos arrimarnos a aquello que deseamos ver, emborronando la visión de todos los demás componentes del paisaje.


¿Es el problema económico el único asunto que nos debe ocupar en tiempos de crisis? Y hablando de crisis, ¿cuál es la verdadera crisis española?


No sabría decir si serán mis años o mi forma pausada de vivir la vida lo que me hace observar sin prisas los detalles del día a día. Ello me permite llegar a conclusiones que los consumistas a mi alrededor no parecen jamás alcanzar en el frenesí de sus estresados días laborales y escasas alegrías personales. No quisiera que lo dicho suene a una auto-alabanza porque no lo es. Simplemente es un pensamiento en voz alta de algo logrado con gran esfuerzo y mucha fuerza de voluntad que cualquiera es capaz de alcanzar y hasta superar.


La verdadera crisis de la España del Nuevo Milenio es el agotamiento psicológico de su ciudadanía y la falta de imaginación de sus dirigentes y mandos.


Se nos ha entrenado tan bien en los últimos 50 años a priorizar sobre una base económica que al final ya no sabemos hacer nada que no sea a cambio de algo material. El tema no arranca ahora sino que viene heredada de tiempos cuando España salía de sus apuros del racionamiento y se asomaba de nuevo al balcón internacional. Una gran mayoría de los que hoy tenemos más de 60 años vivimos el momento del auge turístico español en los años ’60, la aparición del 600 y los pisos de protección oficial en Vallecas y Bellvitge. Desde ese instante, el “españolito obrero” entraba en la rueda del consumismo que el régimen de entonces iba a aliarse para tener a la población apaciguada. Hoy, estamos pagando los excesos que han ido en aumento desde entonces.


No podemos decir que los 30 años de democracia no hayan aportado grandes ventajas a una calidad de vida. Todo lo contrario. Hoy estamos mejor que en la primera mitad del siglo pasado. Sin embargo, los gobiernos de la Transición tuvieron que claudicar a no pocas situaciones de continuidad, y hasta les interesó emplear instrumentos de los antiguos Planes de Desarrollo y de la Vivienda del franquismo para evitar una confrontación con la recién reinstaurada izquierda en el país. Es así que los gobiernos democráticos que se han ido sucediendo, todos ellos de distintos colores y tendencias, no han interrumpido el status quo alcanzado a través de pactos de los distintos partidos políticos entonces existentes en el incipiente panorama de la joven democracia parlamentaria monárquica.


El énfasis en lo económico vino casi impuesto como reto para demostrar que España era capaz de salir de una crisis de identidad tras una sucesión de un dictador que había nombrado como heredero a un rey. Paradoja de la vida que quizás nos haya hipotecado en demasía a ataduras subconscientes que más tarde nos ha ido pasando factura en algunos aspectos de la vida cotidiana. Entonces se dijo, y creo que con razón, que no había otra solución. D. Juan Carlos debía aceptar una corona algo envenenada al dejar de lado al legítimo heredero, su padre, D. Juan de Borbón y Battenberg. La apuesta dio su resultado y permitió romper amarras de los estamentos franquistas del régimen caduco. Sin embargo, no toda la hipoteca se saldó en aquel momento y hoy pasa factura por ciertos intereses aún pendientes.


La democracia, en sus ganas de afianzarse, ha sido una carrera de obstáculos con un alto grado de éxitos y notas de sobresaliente. Sin embargo, hay ciertos elementos en nuestra vida cotidiana que no se resolvieron entonces y que siguen causando cierta incomodidad. Más allá de lo político y lo económico, en las prisas para alcanzar el soñado status internacional y la pertenencia a la comunidad de estados europeos, España tuvo que suavizar las riñas internas de los bandos en discordia. Los que vivieron aquellos años ya de adultos recordarán aún incidentes que causaron estupor en el momento pero que pronto se intentaron olvidar. Hay veces que es mejor no sólo recordar sino mejor aún intentar buscar soluciones a viejos problemas sin resolver.


A mi entender tenemos una crisis de identidad y una falta de confianza recurrente en el liderazgo que nos conduce por todas estas décadas de la afianzada democracia. La hubo con la ruptura de UCD y la salida de Adolfo Suarez del gobierno, con un voluntarioso Calvo Sotelo incapaz de meter a los ansiosos del poder en vereda. La volvió a haber cuando Felipe González se refugió en su entorno de La Moncloa y no hizo frente a la realidad social, cayendo con un contubernio del cuarto poder. Lo sufrió Aznar cuando no supo o no quiso transmitir los hechos un triste 11 de marzo de 2004, arrastrando a su supuesto sucesor a una derrota en las urnas. Lo puede sufrir el actual ocupante de La Moncloa si no sabe satisfacer la inteligente curiosidad del pueblo que gobierna.


Pero no sólo estamos en manos de esos señores que ocupan escaños y sedes oficiales. También estamos en manos de los empresarios que trazan el panorama laboral y profesional de este país desde mucho antes de que se instaurara la democracia monárquica. Y es allí donde creo que hay poner especial atención. Los políticos van y vienen, los empresarios permanecen.

¿Hemos sido adecuadamente provisores para adecuar nuestras empresas para los cambios que ya iban apareciendo en el panorama internacional? ¿Estamos a la altura de los retos en todos los terrenos? ¿Tenemos margen de mejoría?

Sinceramente, creo que la verdadera crisis española no comienza ahora sino hace seis lustros, cuando estando en el portal de la democracia, se siguieran conservando tradiciones empresariales a la vieja usanza de tiempos que muchos prefieren olvidar. La apertura hacia nuevos mercados y la libre circulación de capitales nos hacía todo un estado reconocido en el escenario económico mundial. Nuestros empresarios comenzaban a afianzar posiciones en negocios transnacionales y nuestro propio territorio se consolidaba como un paraíso para inversores extranjeros.


Lo que sucede es que en tales movimientos liberalizados, hay que recordar que solamente triunfan los mejores, o los más pícaros. Y en España, aunque tenemos reputación por la picaresca, nuestros empresarios han seguido haciendo negocios según formas tradicionales que les habían dado resultado hasta entonces. Los cambios han venido más como reacción a la competencia que como proactiva por iniciativa propia. Hasta ha habido cambios obligados por la propia inercia de las nuevas situaciones como pudiera haber sido nuestra incorporación a la CEE en 1986.


En este intervalo que bien representa una generación, España ha engendrado un tipo medio de dirigentes y mandos cuya masa específica se podría describir como “complaciente en lo conocido” y “perdido en sus plazos” y “mediocre en la ejecución”. El 80 % estaría en esa bolsa y el otro 20% “ágil en la improvisación creativa” y “aprovechador de oportunidades” es el que ha tirado del carro durante seis lustros. Al hacer las medias, los datos son bastante positivos. ¿Cómo hubiese sido si ese 80 % hubiese sido igual de ágil, creativo y combativo? Yo diría que sobresaliente y espectacular.


¿Es la culpa de la fuerza laboral dirigida el que no hayamos logrado aún más en estas últimas décadas? ¿Han sido bien dirigidos los que sacan la producción o prestan los servicios día tras día?


En numerosas empresas, la dirección es muy mejorables y los mandos carentes de conocimientos para gestionar mejor. Mientras no hubo crisis, la inercia del movimiento positivo ha mantenido esta realidad española silenciada. Hoy, ante riesgos de despidos y cierres, ya no se puede hacer caso omiso. Tenemos directivos trasnochados que deberían abandonar sus puestos por incompetentes, igual que muchos mandos. O por el contrario, ponerse las pilas e intentar “desaprender sus malos y caducos hábitos”, si realmente tienen ganas de aprovechar las oportunidades.


Porque no debemos olvidar que son en tiempos de crisis que surgen las mayores oportunidades que harán que marquemos distancia y mostremos gran diferencia con nuestros competidores.


A mi entender, esta es la verdadera crisis en España. Si se resolviera, se resolvían todas las demás.







La Transformación del Talento – La Imprescindible Ejecución Competitiva


Si hay un valor añadido de cualquier español de a pie, es su fácil adaptación a las circunstancias con su rápida reacción ante imprevistos. ¿Entonces, por qué no se aprovecha ese talento ni en empresa ni en las administraciones públicas?


La respuesta es bien sencilla. Preferimos apostar por lo conocido y dejarnos de experimentos que pudieran producir alteraciones. Claro contraste con nuestra realidad interna. El español medio es por naturaleza es fácilmente alterable emocionalmente sino acudan a un partido de fútbol o participen en una discusión sobre toros. Todos somos entendidos y hasta expertos en los temas que nos apasionan. Vivimos la vida intensamente en aquello que consideramos nuestro.


¿Y por qué no en lo profesional o laboral? ¿Será que no queremos o que no saben los que mandan hacernos sentir parte de cada proyecto empresarial?
Ese es el reto socio-económico que este gobierno y todos los sucesivos deben plantearse y para el cual deben contar con la participación de los agentes sociales, el empresariado y por supuesto el colectivo activo de la sociedad.


Hace aproximadamente una década, comencé a emplear en mis acciones de consultoría una teoría que permitiera captar óptimamente el potencial del talento en cada empresa. Para ello, la dirección de cada empresa asesorada tenía que estar dispuestas a transformar el talento encauzando las habilidades y conocimientos hacia objetivos empresariales consensuados con el colectivo activo. Para ello aplique mi teoría que después bauticé como – Millennium Synergy – y que consiste en tres pasos sencillos :-


FEEL – que requiere tomar el pulso al sentir del colectivo con referencia al objetivo de la acción, para establecer prioridades consensuadas con los ejecutores, siempre coordinador por los gestores y bajo la dirección del máximo responsable.


FACTOR – que implicar la valoración de los elementos humanos disponibles para llevar a cabo la acción según las prioridades estratégicas establecidas, fijando entonces tiempos para saber con las fortalezas y debilidades del los recursos disponibles si el reto es factible.


FIT – finalmente, se acoplan los recursos humanos que mejor ajusten a las funciones para dar cumplimiento al plan de prioridades y así poder alcanzar en plazo el objetivo.


Esta sinergia estratégica ha permitido a las empresas que la han ido aplicando a mejorar su competitividad ante otras empresas donde el entorno activo no estuviera adecuadamente evaluado y transformado. El motivo es bien sencillo. Todo elemento productivo o prestatario de servicio exige en su subconsciente ser justamente valorado para seguir aportando óptimamente al conjunto donde después su aportación suele verse diluido. De no serlo, acaba desmotivándose hasta el punto que reduce su aportación efectiva en el mismo periodo de tiempo y en el mismo entorno.


Ahora, que cada lector valore su propio entorno, la relación que tiene con su empresa y sus directivos o mandos, y su grado de motivación. Después que honradamente evalúe si sería capaz de aportar más talento y mejor trabajo hacia el rendimiento óptimo, si estuviera mejor valorado por su empresa.


¿Estaría entonces dispuesto a aventurarse a cambios que fueran más allá de la renovación adentrándose en el terreno de la innovación?


Sin transformación global a escala estatal del talento individual de la población activa, España no resolverá definitivamente su crisis de identidad como unidad productiva. Seguiríamos apostando por el consumo y la construcción, como se ha hecho durante las últimas décadas con especial énfasis a partir de los años ’90. Aquel colectivo, hoy reducido, ya innovador, no sería capaz de tirar de un carro de incompetentes poco competitivos que serían el resto de la población.


No olvidemos que España hoy tiene una demografía del territorio español del 2009 ya no puede emplear como referentes los patrones establecidos sobre datos demográficos de hace tres décadas. El fuerte influjo de foráneos procedentes de otros territorios ha alterado notablemente tanto el talento colectivo como sus hábitos y conocimientos. ¿Qué valor se ha dado a esta nueva realidad social?


No quiero tratar todos los sectores y las soluciones en esta tercera parte del blog sobre los retos de la crisis. Sin embargo, debo referirme a un sector para explicar mi posición sobre la realidad demográfica y nuestro nivel de competitividad innovadora. Me refiero al sector turístico.


Los ciudadanos españoles cualificados han ido optando por otros puestos para dejar aquellos de temporalidad relacionados con el turismo. Las plazas libres han ido llenándose con la inmigración procedente de países terceros, del mismo modo que ha sucedido en otros sectores que trataré en otro blog sobre soluciones.


La incorporación de nuevos elementos humanos como potencial recurso para cubrir puestos en el sector turístico, principal fuente de ingresos de España durante casi medio siglo, no es asunto baladí cuando de crisis se está hablando. Se pudo comprobar en la última edición de FITUR, con las grandes ausencias y la escasa expectativa de cubrir las plazas hoteleras en periodo estival en 2009.

¿Será el asunto relevante para que el Ministerio competente dé prioridad a este asunto? ¿Somos competitivos como destino turístico en el actual esquema de oferta estival veraniega? ¿Están adecuadamente capacitados los recursos humanos del sector? ¿Acaso la temporalidad se esté extrapolando con la incapacidad y la incompetencia de los recursos humanos?


Llevamos varios meses, por no decir un año largo, conscientes de la crisis que se nos venía encima. No he constatado ninguna acción para resolver en este importantísimo sector de actividad económica ni la eficacia del rendimiento en empresas turísticas ni se ha iniciado ninguna acción proactiva para la capacitación innovadora que no meramente renovadora. ¿Qué hace el Ministro de turno? ¿Qué hacen las empresas del sector? ¿Qué hacen los colectivos laborales que tienen en peligro sus puestos de trabajo cara a la próxima temporada veraniega?

Observará el lector que el planteamiento es en efecto válidos para todos los demás sectores – automovilístico, sonido e imagen, servicios, logística, informática, agrícola, distribución y hasta para la construcción. No hay una actuación estratégica menos proactiva. Las soluciones son a muy corto plazo, quizás hasta demasiado para ayer. Me resultan parches de alivio momentáneo y con pocos visos de resolución definitiva.


Vuelvo a retomar mi propuesta sobre Millennium Synergy para resaltar que los máximos responsables de buscar soluciones no han “sentido la situación a pie de calle” por lo que están aplicando recetas macro-económicas que nada tienen que ver con realidades de colectivos sociales enormemente abrumadas por la magnitud de la desidia de sus gobernantes, banqueros, empresarios, comunicadores y directivos. Tampoco parecen conocer el valor añadido de “las valiosas piezas humanas sobre el tablero español” para poder aprovechar óptimamente el talento acumulado en nuestro territorio. De esa manera, nunca serán capaces de encajar las piezas del rompecabezas para dar como resuelta esta crisis.


Y afirmo sin temor a equivocarme. Hay soluciones efectivas a la situación económica a través de una participación del colectivo activo. Y las pienso proponer en otro blog, como carta abierta a los dirigentes que parecen haber perdido todas aquellas fortalezas tan españolas que describí en anteriores párrafos.


Transformemos el talento español hacia mayor competitividad innovadora. ¿Somos capaces de aceptar ese reto hoy para aprovechar las oportunidades de esta crisis?

Fernando Fuster-Fabra Fdz.
Relaciones Internacionales


2009 - El Año de la Transformación del Talento